domingo, 22 de febrero de 2015

Preguntas que quizá son mejor que no se me cuestionen.

¿Porqué no te gusta ir al instituto? ¿No valoras la oportunidad que tienes? ¿Que hay de malo en aprender?

Son las clásicas preguntas que he tenido que escuchar a lo largo de mis años escolarizada. Todas tiene una sencilla respuesta, mis peores experiencias, han ocurrido en un centro escolar. Muchos profesores no tienen vocación y nos tratan como si fuéramos ganado al que alimentar diariamente. La pérdida de clase es algo que siempre me ha sorprendido, creo que las horas que empleo realmente haciendo cosas de utilidad en el instituto se pueden concentrar en 3 horas, las demás estamos perdiendo el tiempo de formas diversas: no viene profesor, llega tarde, llegan tarde los alumnos, charla sobre lo mal alumnos que somos, 5 minutos de cada 15 minutos son para regañar...etc 

En este aspecto, nadie nunca esta de acuerdo conmigo, pero no soporto a los profesores que van de colegas, como si fueras su mejor amigo...A ver, profesor, tu eres el que pone mi nota y tienes autoridad sobre mi, no soy su colega, ni tengo interés en ser amigo de un cuarento. Quiero que me respetes, porque yo nunca perderé el respeto sobre tu persona. Quiero que me enseñes, no que hagamos meriendas en las horas de historia, y créeme que tengo las mismas ganas que tu de estar aquí. 

Dicho esto, no puedo finalizar esta entrada, sin hacer una fuerte critica a como se valora a una persona en estos centros. Ni os imagináis la de GILIPOLLECES que ha tenido que aguantar mi madre porque durante mi pre-adolescencia decidí experimentar con mi aspecto (vestir de negro, pelo de colores...esas cosas lógicas de adolescentes.), en muchos casos, créeme cuando digo que eran denunciables. 

Podría seguir enumerando los motivos por los que no me gusta levantar a las 7 de la mañana para ir al colegio, pero creo que el problema en mi caso no es la educación, es el centro dónde estudio. 

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